miércoles, 14 de febrero de 2007

Enseñanzas de un maestro Zen



Los niños nacen con un enorme amor hacia sí mismos. Es la sociedad la que destruye ese amor, es la religión la que destruye ese amor, porque si el niño se sigue amando a sí mismo, entonces, ¿quién amará a Jesucristo? ¿Quién amará al presidente? ¿Quién amará a sus padres? El amor de un niño hacia sí mismo ha de ser desviado. Hay que condicionarle de manera que su amor se dirija siempre hacia un objeto externo. Esto hace al hombre muy pobre, porque cuando quieres a alguien externo a ti -ya sea Dios, el papa, tu padre, tu esposa, tu marido, tus hijos-, cualquiera que sea el objeto de tu amor, te vuelve dependiente de ese objeto. A tus propios ojos te conviertes en algo secundario, te conviertes en un mendigo.

A un niño debidamente educado se le debe permitir crecer en amor hacia sí mismo, de forma que esté tan lleno de amor que compartirlo se convierta en una necesidad. Está tan repleto de amor que quiere compartirlo con alguien. Entonces, el amor nunca te hará depender de nadie. Tú eres el que da, y el que da nunca es un mendigo. Y el otro también da. Y cuando se encuentran dos emperadores, dueños de sus propios corazones, se produce una inmensa alegría. Nadie depende de nadie; todo el mundo es independiente e individual, centrado en sí mismo, arraigado en sí mismo.

Cuando aprendas a amarte a ti mismo desaparecerán los sacerdotes, los políticos se quedarán sin seguidores; todos los intereses creados de la sociedad irán a la bancarrota. Se aprovechan de ti de una forma psicológica muy sutil y por eso prosperan. Pero aprender a amarse no es difícil, es natural. Si has conseguido hacer algo antinatural, como aprender a querer a los demás sin quererte a ti mismo, entonces lo otro es sencillo. Has hecho casi lo imposible. Sólo se trata de una cuestión de comprensión, una comprensión muy simple, que es: «Debo amarme a mí mismo; de lo contrario, me perderé el sentido de la vida. No creceré, sino que envejeceré. No tendré individualidad. No seré auténticamente humano, digno, íntegro.»

En Japón hay árboles de cuatrocientos años cuya altura no llega a los quince centímetros. Ellos lo consideran una forma de arte. El árbol parece viejo pero sólo mide quince centímetros. Habría medido cincuenta metros, tratando de alcanzar las estrellas. ¿Qué le han hecho? ¿Qué estrategia han usado? La misma que se usa contra la humanidad, contra los seres humanos. Colocan el árbol en un tiesto casi plano. Entonces, a medida que crecen las raíces se las van cortando, porque el tiesto casi no tiene fondo. Van cortando las raíces, y si las raíces no profundizan, el árbol no puede crecer. Se hace viejo pero no crece. Esto es exactamente lo mismo que se ha hecho con los seres humanos.
El amor hacia ti mismo es una necesidad básica para tu crecimiento. Por eso te enseño a ser egoísta, que es lo natural. Vuestras religiones os han enseñado a ser altruistas, a sacrificaros por cualquier estúpido ideal: por la bandera, que sólo es un pedazo de tela podrida. Os sacrificáis por la nación, que no es más que una fantasía, porque en ningún lugar aparece la tierra dividida en naciones. Dividir la tierra en el mapa es una argucia de los políticos. ¡Te estás sacrificando por unas líneas dibujadas en un mapa! Mueres por tu religión: cristianismo, hinduismo, budismo, islamismo. Lo han hecho de tal forma que consiguen atrapar al individuo. Si mueres por tu patria te llamarán mártir. Sólo estás cometiendo un suicidio, y además, por un motivo ridículo. Si mueres por tu religión irás al paraíso, disfrutarás de eternas bendiciones. Te están manipulando. Todo el mundo está lleno de odio hacia sí mismo.

Has aceptado la idea de que no vales nada a menos que observes ciertas reglas, dogmas religiosos o ideas políticas. Al nacer no eras cristiano ni católico; no naciste comunista. Cada niño viene al mundo como una tábula rasa, totalmente en blanco. No hay nada escrito -ni la Biblia, ni el Corán, ni el Gita ni el Capital-, no, no hay nada escrito. No trae consigo un libro sagrado, viene con la inocencia más absoluta. Pero su inocencia se convierte en el mayor problema porque está rodeado de lobos disfrazados de políticos, de sacerdotes, de padres, de profesores. Todos se abalanzan sobre tu inocencia. Empezarán a escribir cosas sobre ti y más tarde creerás que son tu legado.

¿No tienen los generales un aspecto ridículo? Son respetados, son grandes héroes. Y, ¿qué han hecho? Asesinar a muchas personas de vuestro país, asesinar a muchas personas de otros países. Son recompensados por esos asesinatos. ¿Habéis visto alguna vez una sociedad que recompense a los amantes? No, los amantes siempre son censurados. No hay ninguna sociedad que respete a los amantes; el amor es el anatema de la sociedad. Por tanto, lo primero que tienen que hacer los poderes establecidos es alejarte del amor, y hasta el momento lo han conseguido.
Millones de años..., y el hombre sigue siendo un esclavo, sigue sintiendo en su interior un profundo complejo de inferioridad, de falta de dignidad, porque no es capaz de cumplir lo que se le exige.

Mas información en : "Osho: el libro del hombre"
------------------
Bendiciones para todos.
Que la luz llegue a todos los rincones.
Que mi voz grite allá donde otros no pueden.
Que se abran los ojos
y se cierren las puertas del miedo.
De norte a sur
de este a oeste
que mi abrazo os llegue
dondequiera que estéis
No estáis solos

*Neö, la sonrisa y la esperanza, no la perdáis nunca.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡OSHO! Nuna le había leído antes...he visto los libros pero aún no me he acercado a ver que se cuenta...
Me a gustado mucho el texto, totalmente deacuerdo,e s ciertoq eue stamos todos interconectados pero esa conexión se realiza en sociedad de la manera más enfremiza posible...sobretodo para que produzca temor y consumo.

Muy interesante y enriquecedor todo lo que cuelgas.

¿Cómo ha ido todo?

Anónimo dijo...

Empieza muy bien Osho (¿o es tuyo el texto? no lo aclaras), tiene unas cuantas ideas fabulosas por su simplicidad y su carácter revolucionario. Luego viene una sarta de tópicos: la bandera es un trapo sucio, etc. y lo que echo en falta a medida que arremete contra lo consabido y lo establecido (él que "renegó de todos los bienes materiales" y vivía con lo puesto, el pobrecillo...) y ensalza a los amantes es precisamente eso: el amor. ¿Dónde está ese amor del que habla? Si le dedica dos líneas al amor y veinte a juzgar.

Unknown dijo...

Sí, es Osho, lo pone al final. y lo siguiente si lo escribí yo hace ya tiempo. Eso es porque vienen en otros libros como el libro del amor o libro de la pareja. Suele profundizar en un tema en cada libro. Personalmente, me gusta su manera de expresarse. Un abrazo.